No lo he hecho nunca. Pero según parece, si se mete una rana viva en una cacerola llena de agua hirviendo, la raná saltará afuera inmediatamente–apenas toque el agua caliente. Sin embargo, si ponemos la rana en una cacerola con agua templada y vamos calentando suavemente, la cosa se pone interesante. En este caso, resulta que la rana se queda quieta y tranquila en la cacerola. Hasta que finalmente muere hervida.

¿Por qué la rana no salta de la olla cuando la temperatura va subiendo? Porque su sistema de defensa está diseñado para percibir cambios bruscos; no detecta los cambios lentos y graduales.

Este experimento, que por cierto es un poco cruel, es una excelente metáfora para describir la incapacidad para detectar y reaccionar ante los cambios. Es lo que algunos autores denominan el síndrome de la rana hervida y ocurre tanto en el comportamiento individual como en el funcionamiento de las grandes organizaciones.

Estamos hechos de hábitos y costumbres. Y además somos cómodos. Y tenemos inercia. Todo eso, a veces, no nos deja ver las pequeñas modificaciones diarias que ocurren en el entorno y vamos adaptándonos progresivamente a todo. Hasta que el cambio es tan grande que ya es demasiado tarde para hacer algo.

La moraleja: hay que estar en guardia y detectar los pequeños cambios para actuar cuando todavía queda tiempo.

Créditos de la foto: Galería de purpleslog